martes, 30 de noviembre de 2010

ORACIONES EXITOSAS


Por Kanneth Copeland



El nombre de Jesús lleva autoridad ¡sobre todo nombre! Es una de las más poderosas garantías que posee de que su oración será contestada.



¿Están suplidas todas sus necesidades, hoy?

Si no es así, ¿cuál es la razón?

Podría formularle esta interrogante a cientos de creyentes, y la mayoría sólo movería su cabeza de forma desconcertada, respondiéndome: “No sé, hermano Copeland. No importa lo que yo haga; esta enfermedad, estos problemas financieros o estas terribles circunstancias se hacen interminables. Sólo estoy esperando que Dios actúe sobre esta situación”.

¡Eso es trágico! Porque mientras ellos están esperando en Dios, ¡Él está esperando por ellos!

En Santiago leemos: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal…» (Santiago 4:3). En otras palabras, si sus necesidades permanecen sin resolver; se debe a que no está orando en lo absoluto o cree que lo está haciendo y, en realidad, ¡no es así!

Esta verdad talvez lo impresione. En especial si es uno de aquellos que suele utilizar la oración como un amuleto espiritual o como una simple rutina, pero sin esperar resultados. Si ésta ha sido su actitud, entonces ¡cámbiela! Ya es hora de que tome en serio el tema de la oración. No ore sólo porque es apropiado, o porque es parte del programa del servicio de la iglesia. Debe empezar a orar para ¡obtener resultados!

En Lucas 18, se nos indica que Jesús: «…les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar». Una versión que me gusta mucho, lo describe de esta manera: “Oren siempre, no desmayen ni se den por vencidos”.

Ahora, más que nunca, es necesario que oremos. Estamos afrontando un hora muy crítica. Satanás, literalmente, está matando a las personas con enfermedad, drogas, depresión, y con cualquier otra arma que él pueda adquirir para destruir. Al mismo tiempo, está provocando contienda y disensión, tratando de desarmar al Cuerpo de Cristo del poder; pues nosotros tenemos la autoridad para detenerlo.

Nos han estado presionando por todas partes. Pero no desmaye ni se dé por vencido. ¡Ore! Clame de manera específica, con la expectativa de recibir la respuesta, y ¡obtendrá la victoria!

¿Observó qué le acabo de mencionar? Ore de manera específica.

Si sólo repite antiguas plegarias, no espere que Él le responda. Debe orar según los lineamientos que Él le ha dado en Su Palabra.

Pero no me malinterprete. No es necesario que se quede sentado sin hablar y aterrorizado de expresar algo malo delante de Dios. El Señor lo ama. Él está de su lado, no en su contra. Él no busca que sea perfecto delante de Él antes de contestar sus oraciones. No obstante, sí espera que ore según Sus instrucciones; y Su propósito no es dificultarle la obtención de sus respuestas, sino complicarle la entrada a Satanás, a fin de que no lo perjudique a usted.

Visualícelo como si fuera un sistema de seguridad, el cual fue diseñado para mantener alejado al enemigo de la fuente de poder de la oración. Dios le ha revelado el código secreto a los creyentes. Por tanto, no se quede afuera gritando sus problemas; utilice el código y ¡entre!

¿Esto quiere decir que si clama y ora específicamente podrá recibir lo que pide? ¡Sí! ¿No es un poco atrevido? No, ¡es tener valor! Y usted posee un derecho bíblico para ser valiente.

De acuerdo con la Palabra, usted tiene una invitación permanente de su Padre celestial para acercarse: «… confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). El término alcanzar es una palabra que indica certeza. Una de sus definiciones es: “tomar posesión de”. Ore, esperando tomar posesión de lo que usted necesita; no sólo de vez en cuando, sino ¡siempre!

En el pasado, es posible que usted haya tenido esa clase de confianza en la oración. Pero si usted, como la mayoría de las personas, ha sufrido alguna decepción, ha visto cómo algunas de sus oraciones se quedaron sin respuesta. Y en lugar de solucionar el problema: luchando contra éste en oración y conforme a la Palabra hasta que fuera resuelto; usted simplemente se quedó deambulando declarando: “Supongo que nunca se sabe qué hará Dios…”.

No obstante, permítame decirle algo. Usted SÍ SABE qué hará Dios; cuando realiza una oración inspirada por el Espíritu Santo, de acuerdo con la Palabra. ¡El Señor le responderá! Y llevará a cabo exactamente lo que usted pidió que sucediera. ¿Cómo puedo estar tan seguro? Porque nos ha brindado ¡tres garantías!

Garantía No. 1: El nombre de Jesús

En Juan 16:23, Jesús expresó: «…De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará».

Lea de nuevo este versículo. ¿Cómo dijo Jesús que debíamos dirigirnos al Padre? En Su nombre, ya que es una de las garantías que poseemos para que nuestras oraciones sean contestadas.

Si usted lee Filipenses 2:5-11, encontrará la razón. Allí el apóstol Pablo nos declaró: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confieseque Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (versículos del 9-11).

El nombre de Jesús lleva autoridad ¡sobre todo nombre! Es una de las más poderosas garantías que posee de que su oración será contestada. Utilice la influencia que ese nombre conlleva, cada vez que usted ore. Luego permanezca a la expectativa de que cada circunstancia en su vida doble sus rodillas ¡ante el nombre de Jesús!.

Tenga cuidado con el lenguaje religioso que le roba esta garantía. He escuchado a muchos creyentes bien intencionados terminar sus oraciones con la frase: “por el bien de Jesús”. No obstante, Él no dijo que clamáramos a Su favor; sino en Su nombre.

Yo mismo he cometido este error. Una noche estaba orando porque me dolía el estómago: «Oh, por Tu bien Jesús, sana mi estómago».

Después de repetirlo varias veces, el Señor habló a mi interior: Espera un minuto, ¿a quién le duele el estómago? ¿A ti o a Mí?

—A mí—le respondí.

Y de manera clara, Él me dijo: Entonces ora en Mi nombre, sobre tu estómago.

Garantía No. 2: La Palabra de Dios

En Juan 15:7, Jesús nos otorga otra garantía: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho».

Muchos creyentes se retuercen las manos de preocupación, pues no están seguros si han orado o no conforme a la voluntad de Dios. Ellos exclaman: “Oh, pobre de mí. De seguro Dios no responderá mis peticiones si éstas se encuentran fuera de Su voluntad”. Y absolutamente están en lo correcto.

Sin embargo, no necesitan desperdiciar su tiempo tratando de descubrirla. Ellos necesitan tomar su Biblia y encontrar ¡cuál es la voluntad de Dios! Y Su Palabra ESSu voluntad.

Mi amigo, Dios nos ha hecho algunas promesas muy específicas en Su Palabra. Y es Su voluntad llevar a cabo cada una de ellas en nuestra vida. De hecho, éstas gozan de una garantía divina a causa del contrato que Jesús firmó por medio de Su sangre.

Analícelo de la siguiente manera: La Biblia es la última voluntad y el testamento de Jesucristo. Es el acta de su herencia; todo lo que le pertenece a usted ha sido escrito en ese libro. Y lo más inteligente que uno puede hacer es usarla. De seguro no querrá dejarla sobre la repisa de su chimenea y golpear el piso llorando: “¡Oh, Dios! Estoy buscando la verdad”.

El Señor simplemente diría: “Bien, está justo allí ¡en tu repisa!”.

Entonces abra su Biblia, busque qué se afirma en ella con respecto a su problema y después fundamente su oración en ésta. No sólo base su oración en lo querecuerda de la Palabra. Léala otra vez, —incluso si ya ha leído esa promesa cientos de veces—.

Déjeme explicarle por qué es tan importante. En Mateo 4:4, Jesús indicó: «El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». La Palabra es para su espíritu, el pan para su cuerpo. ¿Puede alimentarse del recuerdo de un bistec?

Intente lo siguiente: Cierre sus ojos, y véase a usted mismo partiendo un limón. Ahora póngalo entre sus dientes; y cuando diga tres, muérdalo tan duro que el jugo se derrame dentro de su boca. Uno. Dos. Tres. ¡Muérdalo!

Lo más probable es que usted tenga un recuerdo tan vívido de lo que es morder un limón que quizá se le hizo agua la boca. No obstante, le preguntaré: ¿Ha recibido algún alimento de ese recuerdo? ¡No!

Recordar la Palabra no es suficiente. Aliméntese con lo que ésta declara, una y otra vez. Sáquela y léala. Vaya a la iglesia y escúchela cuando la prediquen.

Un día, leerá un versículo muy familiar para usted —un pasaje bíblico que ya ha escuchado cientos de veces—, y de pronto Dios le revelará algo tan grandioso que nunca antes había escuchado. Una revelación completamente fresca de ese viejo y conocido versículo. Y será exactamente lo que necesitaba saber para orar de manera efectiva acerca de su situación actual.

La oración puede ser declarada de forma espontánea, de memoria o desde la Palabra que se encuentra depositada en su espíritu mientras va caminando por la calle. Sin embargo, me atrevo a decirle lo siguiente: No obtendrá resultados de la oración que declara mientras camina por la calle, si no pasa algún tiempo de rodillas en frente de la Palabra, permitiéndole al Espíritu desarrollar su vida de oración. Si usted no se ha tomado el tiempo para alimentarse de ésta, entonces no brotará de su boca.

Si clamo por algo durante cierto tiempo, y siento en el espíritu que no obtengo ningún resultado, busco en la Palabra qué cambios debo realizar. Esto suena lógico, ¿verdad? No obstante, muchos no lo hacen.

En lugar de escudriñar la Palabra y descubrir qué necesitan cambiar, ellos tratan de cambiar a Dios. Es probable que ya los haya escuchado orar. Ellos insisten una y otra vez, tratando de convencer al Señor de lo lastimados que se sienten o de lo pobres que son. Suplican, ruegan y persuaden todo el tiempo, actuando como si ellos tuvieran de algún modo que cambiar el parecer de Dios con respecto a la situación. Desafortunadamente, se quedan esperando por largo tiempo.

El Señor jamás cambiará. En la Biblia se enseña que Él es el mismo ayer, hoy y siempre. Y si enfrenta problemas en cuanto a obtener las respuestas de sus oraciones; no se debe a que Él esté reteniéndolas, sino porque usted se encuentra, de algún modo, desalineado con Su Palabra.

Hace algunos años, este ministerio tenía una deuda de más de un millón de dólares. Clamé por esto, pero la situación no mejoró. De hecho, empeoró.

Acudí a Dios en oración: «Señor necesito, ¡un millón de dólares!».

Finalmente invertí tiempo en la Palabra. Hice lo que debía y oré de la manera más exacta que pude. Allí fue cuando el Señor me respondió. Sin embargo, su respuesta no fue darme un millón de dólares. En lugar de eso, Él expresó: Te dije en mi Palabra que supliría todas tus necesidades, ¿verdad?

—Sí, eso fue lo que Tú prometiste, y yo necesito un millón de dólares—respondí—.

No, tú no los necesitas —argumentó. Esto me conmocionó.

—¿No los necesito? —No. Necesitas realizar algunos cambios en tu manera de manejar el ministerio, pues no estás alineado con Mi Palabra en una área de tus finanzas; y has permanecido así por mucho tiempo.

Me quedé con la boca abierta al escuchar su respuesta. No tenía ni idea de lo que estaba sucediendo. Pero escudriñé la Palabra y encontré a que se refería Él, e hice los cambios necesarios. Entonces el dinero que había pedido, comenzó a venir.

Lo mismo sucederá en su vida cuando comience a tomar en serio la oración, a alinearse con la Palabra, y a esperar resultados. Dios comenzará a tratar con la raíz de los problemas en su vida. Él no desperdicia Su tiempo jugando con la hojas secas como nosotros, Él va directo a la raíz del problema.

En 1 Juan 5:14,15 leemos: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho». Si ora basado en la Palabra, puede estar seguro que está clamando de acuerdo con la voluntad de Dios. Y está garantizado que la respuesta viene en camino.

Garantía No. 3: El Espíritu Santo

La efectividad de su vida de oración depende del nivel de confianza que usted deposite en el Espíritu Santo. Él es el poderoso brazo de Dios, es quien se asegura que el trabajo se realice. Si desea ver cómo obra el Espíritu Santo, sólo lea los siguientes versículos:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.



—Génesis 1:1-3

El Espíritu Santo estaba presente, moviéndose sobre la faz de las aguas, antes de la Creación. Pero sólo Su presencia no creó nada, sino hasta que Dios habló y dijo: Sea la luz. Entonces Él accionó como una gran explosión. Produjo luz con tanta intensidad que continúa irradiando a través del universo, devorando la oscuridad a una velocidad de ¡299,338 kilómetros por segundo!

Recuérdelo la próxima vez que comience a orar acerca de un problema que le parezca imposible.

Si usted es un creyente nacido de nuevo, el Espíritu Santo se encuentra presente en su interior, así como lo estuvo en el día de la Creación. Y Él responde a la Palabra de Dios hoy, de forma tan poderosa como antes.

Entre más fe y confianza tenga en el Señor, más sorprendentes serán los resultados. ¡Sólo imagíneselo! El poder que creó el universo, el poder que resucitó a Jesús de la muerte, se activa en su vida cuando declara la Palabra en oración. Aleluya, ¡qué garantía!

Le insto a que de ahora en adelante convierta a la oración en el cimiento de su vida. Edifique su matrimonio, su carrera y su ministerio sobre ésta. Si no lo hace, estará asegurando su propio fracaso. Y si lo cumple, ¡Dios le garantizará su éxito! -

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